jueves, 1 de mayo de 2008

"EL CUERPO", PARTE III


He de aprender a relajarme, tengo el carácter demasiado fuerte, me repito una y otra vez. En lugar de matarla con mis desnudas manos debería haberla envenenado o asfixiado en una nube de gas, hubiera sido menos acusador. Ni siquiera vio venir el golpe, su antes ágil ser, cayó pesadamente. No me pudo esquivar. En un instante su corazón dejó de latir, roto en mil pedazos.

Me vuelvo a frotar los ojos de forma cansina, los remordimientos no me dejan dormir. Su sangre se ha secado entre mis callosos dedos. Es la primera vez que lo hago y no sé si podré controlarme la próxima ocasión. De verdad temo volver a hacerlo. La única esperanza para mi castigada alma es confesarle esta aventura a mi mujer, ella decidirá. El problema es decírselo ¿Cómo lo hago?

Al fin, tras horas robadas al dios Morfeo pensando cual será la mejor forma, he decidido hacerlo directamente con una simple frase: “Cariño, he matado una mosca”.

29 de diciembre de 2006

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