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jueves, 2 de diciembre de 2010

Y fuera llueve

Te marchaste hace mucho tiempo, abandonaste la casa y fuera llueve. Nos dejaste huérfanos de caricias, de mimos y cuidados.

Deambulo por la casa como un lobo encerrado, a punto de rugir, de morder la mano que da de comer. Ya casi separo los labios para dar el mayor grito que ha escuchado esta ciudad.

En ese momento, llegado de los confines del recuerdo, aparece. Lo veo ondulado y recogido en un punto imposible, limpiado innumerables veces. Tal vez ha caído del pijama, ¿lo transportaba por toda la casa?, o tal vez lo ha puesto un ser celestial.

Lo importante es que me calma, dejo de ser un lobo solitario. Recuerdo el mundo, aquel mundo que creamos juntos.

Un universo que se comprime y estira convirtiéndose en un pelo ondulado, intenso y cobrizo.

domingo, 29 de noviembre de 2009

El atractor

Los rayos del Sol se reflejaban como si estuviera formado de agua. Sólo que no lo estaba, ¡ya les gustaría a muchos! A lo lejos el aire se enturbiaba y danzaba como el vapor en el mar. ¡Cuantas gotas de agua se había tragado! Caían y apenas tocaban su superficie se esfumaban. Los granos de arena se abrían momentáneamente como una boca y... zas todo rastro de la gotita desaparecía.
La planicie del desierto era un inmerso atractor para el pueblo. Sólo con despistarse un momento y mirar los billones de granitos estaban perdidos. Los pies cobraban vida propia y comenzaban a andar.
La mente era un hervidero de pensamientos. Si se tenía un razonamiento científico se preguntaba por la formación, por el número de granos, la influencia en la vida... Los poetas componían odas al océano de arena, los filósofos se estremecían ante la pequeñez del ser humano, los religiosos daban las gracias... Pensamientos que se repetían en las personas pero que ninguno transmitía.
Tras horas deambulando el dolor de los pies los hacían volver aturdidos, lejos del poblado y sedientos. Sentían los labios agrietados, como si parte de su ser se estuviera descomponiendo, la boca pastosa y la lengua muerta en su caverna de carne.
Por inercia seguían caminando; con cada caída algo se quedaba. Los granos volvían a ser bocas que succionaban. Poco a poco el intruso se fundía con el desierto, el viento corroía sus huesos. Un proceso que se repetía siete u ocho veces. Entonces, inmóvil, el desierto se mostraba en su esplendor.
De la nada aparecían cientos de insectos que arrancaban fragmentos de la antigua vida. Pedacitos de carne para alimentar otra carne. De la humedad del cuerpo brotaba un verde tapiz que adornaba el resbalar del Sol.
Nada se desperdiciaba en el océano de arena. Todo era un único ser en un ciclo inmortal.

domingo, 15 de noviembre de 2009

Molinos de viento

Sentado junto al remolque se mira las callosas manos: arrugados dedos y antiguos cortes de principiante. Extremidades acostumbradas al frío y el rocío. Desliza con suavidad su mirada, topa con los esbeltos cuerpos de los jóvenes. El pecho le sube y baja con sentimientos contradictorios. Alegría por formar parte de la tradición; abuelos, padres y nietos. Pesar por los campos abandonados, la fruta devaluada, las ratas en el camino, hierbas, árboles sin podar, fruta podrida, monstruos impersonales de hormigón.

Se levanta despacio, el chirriar de los huesos se confunde con los de la balanza cuando cambian de cajón. El Sol brilla en las hojas de los naranjos, chispas de arco iris donde predomina un color. Se vuelve a mirar las manos como implorando. Una última vez, sólo una. Sentir las tijeras, el raspar del naranjo protegiendo la fruta, el jadeo del compañero, el barro en las botas...

Cuando entra en el huerto lo hace como un torero en una plaza, el susurro del viento suena a palmas. Se lanza desesperado contra un árbol oscuro semejante a un toro, alto como un molino de viento. Un desesperado Don Quijote que intenta recobrar su juventud. Sonríe al ver que sus manos aún recuerdan.

Clic, clic

Toma una naranja, la mira como el diamante que es, la observa sintiendo el valor, la magia, el regalo divino. Un milagro de un año en un instante. Al aspirar el dulce aroma de la resina siente como resbala una lágrima; suave y cálida. Se suelta de su mejilla, agua que dará vida a otra fruta.

domingo, 18 de octubre de 2009

Hierba!

Suena el despertador, lo apago y remoloneo un par de minutos intentando estirar la noche. Convertirla en una goma que pueda tocarse a si misma y así dormir unas horas más.
No puedo, sólo el intento ya significa el fracaso.
Me levanto, desayuno y me marcho al garage. Por el camino unas finas gotitas me empapan pero cuando parece necesario el paraguas cesan. Se detienen en el momento justo que me impide tener una excusa y regresar a casa para zambullirme en mi cama.
Cargo el material en el camión, la vieja, desgastada y en parte suelta pintura está mojada. Pienso en mi casa, en el fastidio de la hierba mojada, el barro metido en las suelas de las botas.
A continuación me pongo el mono refractaste, toda precaución es poca. Sino que se lo digan al pobre Gimmy postrado en una silla de ruedas.
Ya estoy en la redonda, los coches silban a nuestro alrededor. Miro a los conductores frotarse los ojos y pienso en el milagro que supone que no colisionenn casi sumidos en el dulce sueño.
El sol sube y sube, la hierba cae a mis pies. Débil ante los afilados cuchillos, fuerte frente al viento. Un viento que arrastra el aroma de la hierba recién cordad.
¡Qué sensación de frescura!
Cada aspiración llena mis pulmones de vida y siento como me mezclo con el agua matutina.

Hierba, 1-10-09

domingo, 4 de octubre de 2009

Plaf, plaf, plaf

Poco a poco, con ayuda del frío, logra comerse miles de pequeñitos seres regordetes. Trocitos que van formando un ser mayor, una parte de un todo.
Ya ha aumentado pero flota, resiste suspendida un ratito, sigue devorando los pequeños seres que formarán su alma.
Pero llega un momento en que no aguanta más y cae. Desciende decenas de metros, cientos, ¡miles!
Ya llega al final, brilla un instante, crea el arco iris y... plaf, los pequeños seres salen de su estómago, se esparcen por el suelo y se vuelven a juntar para formar un río.
Ahora son felices siendo parte de un ser mayor, un río que fluye hacia el mar. No como la enorme gotaza que se los zampó en las nubes.

Para Raquel, 22-9-09

miércoles, 23 de septiembre de 2009

Cambio

Repican los cristales con un trueno lejano. El aire empieza a tener una textura especial, más limpio y puro.
Un relámpago, uno, dos, tres, cuatro, cinco. El trueno llega, casi dos kilómetros. Pronto estará aquí junto a los anuncios de colecciones, las mochilas y los pantalones largos.
Otro relámpago, uno, dos y tres el trueno ya marca el kilómetro y el caer de las hojas. El bosque teñido de amarillo y marrón parece estar en la esquina; casi se le puede ver ojear la calle.
Uno, dos que corta es la espera. Fuego y libros en el salón, junto a la ventana que repica con cada estruendo.
Una gotita sobre el cristal, resbala, casi patina sobre la pulida superficie.
Cero, el aire cambia y parece brillar arrastrado por cientos de diminutas gotas que marcan la llegada del otoño.


Imagen: Otoño de Giuseppe Arcimboldo

domingo, 20 de septiembre de 2009

Una típica calle de pueblo


De lejos y a primera vista era una calle típica de pueblo: puertas y ventanas de madera, casas bajas y de amplias fachadas, anchura insuficiente para más de dos coches en paralelo. Hasta el licuado y negro asfalto oscilaba por el calor como en tantos otros sitios. 
Nada inusual, nada especial.
Pero al penetrar en ella las particularidades saltaban al interior de los sentidos. Algunos lugareños tenían en las ventanas macetas de barro con flores. Unos pequeños charquitos difuminados al azar reflejaban el verde de todas las ventanas. Incluso si se agudizaba la vista se podían ver marcas de pelotas en alguna pared blanca.
Aunque lo que rebelaba que estaba viva, que casi se podía sentir el tum-tum del corazón de la calle, era una débil brisa que se colaba por el cruce con otra. Un ligero zumbido que envolvía al visitante atrayéndolo con cantos de sirenas. Un suave viento que arrastraba los papeles y las hojas hasta un rincón en que se elevaban en un torbellino como si un inmaterial ser se divirtiera levantándolos. En aquel punto uno podía pasar horas viendo como subían perezosas para luego caer entre resplandecientes motitas de polvo. 

domingo, 13 de septiembre de 2009

Un destino

Manuel tenía un problema: a poco que lo observaran se podía leer su destino. Lo iba escribiendo con su forma de caminar, lo gritaba al conducir hablando por el móvil o pegándose al de delante.
Se olía su sangriento final al verlo en la moto sin casco y a cada gramo de droga se ataba un poco más.
Al final un cuchillo dos dedos más grande que el suyo le quebró el corazón.
Días después, en el entierro, sus examantes aún enamoradas de la chulería que emanaba, aseguraron haber oído, a las doce del fatídico día, como se desprendían mil hojas.
Pero no fueron las únicas, las muñequitas de porcelana, aquellas embuditas en minifalta que tanto le gustaban y que dejó preñadas, sintieron como se removían sus entrañas.
Incluso el dueño del puñal, sabedor que compartían destino, le rindió homenaje en otra pelea.

viernes, 4 de septiembre de 2009

Troncos

Corría despacio, saboreando el aire, casi deleitándose en cada molécula que su larga nariz absorbía con delicia. El olfato convertido en gusto. Pero los pensamientos también corrían, sus neuronas no se extenuaban.
Nariz, boca y vuelta a empezar.
El pensamiento lo entretuvo un instante. Un momento hasta que se volvió mecánico el respirar.
Los árboles del parque pasaban como centelleantes suspiros: "Manuel y Victoria" "Ángela y María" Surcos en un tronco herido.
No había tiempo para leer. Las heridas del alma volvían, el amor herido casi galopaba.
Más rápido, más rápido.
Un pensamiento fugaz como el respirar. Adelantó a una pareja de enamorados tomados de la mano, más rápido, más rápido.
El aire ya no tenía textura, sus pulmones se llenaban y vaciaban. Nada más importaba. Los pensamientos se quedaban atrás, lejos, puntos en una i del infinito, meras siluetas verdes y los enamorados... oh, los enamorados eran pasado y futuro pero no presente.

domingo, 30 de agosto de 2009

Era un amor...

Era un amor asfixiante de los que se expanden a costa de hobbies, trabajo y personas en lugar de crecer para llenar una zona vacía.
Era un amor de miel, dulce y vistoso un instante pero pegajoso y dañino en el tiempo.
Era un amor aislante, de los que hace olvidar el pasado triste en igual proporción que el alegre.
Era un amor de los que cambia el carácter.
Era un amor como un cañonazo, intenso y sonoro pero breve.
No un amor de cocción lenta que produce un gustoso guiso reconfortante o una carne tierna.
Era un amor... que al fin y al cabo era suyo, el que los hacía despertarse en un presente alegre.

jueves, 27 de agosto de 2009

La otra orilla

El mundo era un diminuto punto; en el metro las estatuas le recordaban al trabajo. Era su pasión, no un estúpido trabajo que lo dejaba insatisfecho y cabreado.
No, era una actividad apasionante. Al igual que algunos disfrutaban viendo el fútbol o corriendo él gozaba con cada nuevo reto que aparecía en su mesa.
¡Que inmensa y virgen montaña de papeles por escalar! Regiones del espacio en que nadie se había adentrado. Sus compañeros lo consideraban un genio destinado a las mayores aspiraciones del intelecto.
Pero en su interior había una diminuta mecha. Casi imperceptible. Quizás ni sabía que existía o tal vez sólo se concentraba en el trabajo para olvidarla.
Un día sin esperarlo, a traición, la mecha prendió con unos ojos intensos que lo miraban desde la otra orilla de la calle.
El diminuto punto estalló, el mundo se invirtió, el norte pasó a ser el sur, arriba el suelo, el fútbol divertido y el trabajo un castigo.
El genio había muerto.

viernes, 7 de agosto de 2009

La hoja

Gorgotea la sabia dándole vida, manteniéndola verde, fresca y luminosa. Pero desea soltarse, sentir como la mece el viento: suave y ligero. Que la arrastre a un mundo extraño, diferente.
Ya es marrón la fuerza del verano ha terminado. Siente su unión débil y se suelta. Hace una pirueta, el mundo está vivo, se siente viva.
Un instante eterno de felicidad, un año comprimido en un segundo. Un lapso de tiempo que la mantiene palpitante en el suelo mientras se descompone.


La hoja, Tren Castellón-Barcelona 12-7-09

viernes, 10 de abril de 2009

Pequeños cambios

Entró, todo parecía estar en su sitio, nada, en apariencia, había cambiado. Las calles tenían la misma forma, la panadería seguía allí, los coches de los vecinos estaban, más o menos, en el trozo habitual. Se colocó en medio de la vía y miró a ambos lados, seguía viéndose el final oscuro. Las farolas sólo iluminaban el asfalto.

El viaje había sido menos largo de lo esperado pero muy cansado. Durante un periodo de tiempo, diez días, la extradición se había detenido. La cama, su cama...

La mañana llegó tranquila, como siempre, hacía sol. Se levantó, el pueblo estaba desierto. La mayoría de gente se había marchado de vacaciones, quizá algunos estarían en las costas de las que procedía. Por el rabillo del ojo vio el primer cambio. Un edificio en obras perpetuas, ya tenía estructura.

Fue a por el pan, un nuevo cartel de publicidad, camuflado de papelera, rompía el centro de la plaza. Cerca de la panadería, una parafarmacia había mutado a cafetería. Por lo menos la dependienta seguía siendo la misma. En otro rincón había florecido una tienda de hilos.

Respiró hondo, el río, aunque de igual nombre y trazado, contenía diferente agua.

domingo, 5 de abril de 2009

Palabras, flores y espinas
























Hay una zona de recolección donde van todas las palabras. Es un vertedero dividido en dos partes, una llena de amargas sílabas hijas de lenguas biperinas, otra con las musas del viento. El cerebro es el organizador y realiza la selección dependiendo de muchos factores.

Uno de ellos son los labios que las formulan, si la carne unidas a ellos es agradable van a la zona de bosque verde lleno de flores. En cambio, si pertenece a un sujeto sombrío las letras caen en una espiral de recuerdos dolorosos hasta que se componen de púas y espinas que envolvemos en otras palabras despectivas.

Lo curioso del caso es que cada cerebro las ordena de una forma, las palabras son las mismas pero el organizador difiere. Hay casos en que las hijas del viento bailan durante horas o días en un lugar oscuro a la espera. En ocasiones ven la luz y se marchan lujuriosas al bosque, en otras se quedan ciegas esperando, siempre esperando a una sonrisa que les brinde luz o un desafortunado gesto que las condene.

Pero el organizador es astuto, no deja aflorar en los ojos la condena y los labios no ven el camino que siguen sus palabras. Así se producen las puñaladas en el corazón. Otro de los machacados injustamente, uno de esos que no siente rencor aunque las piedras/palabras caigan sobre él. Pues el corazón manda pero el cerebro interpreta.

domingo, 5 de octubre de 2008

El niño que pudo ser y no fue.

De pequeño quería ser arqueólogo, uno de esos que encuentra huesos de dinosaurios o a lo Indiana Jones, con su látigo y sombrero. Así no era raro verlo disfrazado de experto arqueólogo. Cogía la fedora del abuelo, la pistola de juguete de la feria y, por supuesto, el látigo, un trozo de cuerda con la que ataban al perro. Vivió miles da aventuras, desenterró cientos de objetos mitológicos y rescató millones de veces a la chica.
Todo era perfecto, todo sucedía como debía. Sólo había un problema y lo apuntó muy claro su padre "Te morirás de hambre". Con esa frase se truncó su sueño.
Años más tarde, a la hora de la verdad, decidió ser capataz de obras; a poder ser públicas. Bajo el punto de vista del padre todo era perfecto, todo era como debía: más de 3000€ de sueldo, coche de empresa, comidas de 80€ pagadas, trabajo seguro y buenos contactos.
Comenzó con un trabajito fácil, un par de carreteras estatales. Es cierto que algunos agricultores protestaron pero era bueno para la nación; en lugar de dos horas se podía llegar en hora y media. Luego vinieron las escuelas, parkings y pantanos. Trabajaba con proyectos de millones de euros y lo hacía bien. Los inspectores estaban contentos.
Llegó el día en que le asignaron un hospital, era mucho mejor que las carreteras; todo ciudadano quiere tener cerca un hospital. El presupuesto de la obra superaba los 40 millones de euros . Llegaron las máquinas y a la primera excavación resurgió su antiguo sueño; el terreno asignado al hospital era un gran yacimiento romano.
A sus pies se mostraron vasijas, muros completos, casas que conservaban algunas pinturas... Aquello parecía una de sus aventuras infantiles pero sin chica en peligro, estaba felizmente casado. Los inspectores llegarían por la tarde para los últimos flecos. Los operarios le miraron a la espera de una señal.
Dio la señal mientras una lágrima de niño resbalaba. Dos frases cruzaban su cabeza "la sociedad necesita hospitales" y "¿cómo se justifica la detención de una obra de 40 millones de euros?". En un instante enormes camiones como casas llenaron el terreno, las excavadoras sacaban tierra y vasijas, tierra y muro, tierra y pintura. Lo que la naturaleza había conservado durante más de mil años quedó destruido en media mañana.
Por la tarde los inspectores le dieron palmaditas en la espalda y con cada una se soterraba un poco más al niño que pudo ser y no fue.
¿Cómo se justifica la detención de una obra de 40 millones de euros?

domingo, 21 de septiembre de 2008

Una canción

Dice la canción: "Todo esto es por ti, eres Sol y Luna, eres la estrella que guía. Todo esto es para ti, para nosotros, pues somos uno."
El compositor dirige las palabras a una persona modelo en concreto, sólo una. La que ocupa su corazón, la que tienen sentimientos únicos. Y el cantante lo mismo; sin embargo miles de parejas piensan que se refiere a ellas. Que su amor es el único capaz de sentir lo que expresa el cantante, sólo ellos. El único sentimiento es el mutuo. Miles de parejas lo piensan al unísono. Pero quizás no son los únicos que lo sienten, ¿cómo expresar un sentimiento único?
¿O quizás la canción sí que es única? Pues cada pareja la interpreta a su manera, a su forma de ser, con sus experiencias pasadas; cada una con el lenguaje de su propio amor. Así la canción se convierte en parte de la intimidad, en parte de la relación, se entrelaza con los sentimientos y forma para siempre parte del amor.

domingo, 14 de septiembre de 2008

La muerte de la campana

Era una mañana calurosa de agosto, primer domingo de mes y, por fin, estaba de vacaciones. Nada de madrugar, nada de informes, nada de metros... sólo la playa en el piso nuevo. Habían llegado el jueves y el viernes desempaquetaron las cosas (todavía no sabía cómo cupieron tantas en el coche). El sábado todavía estaban poniendo cosas en su sitio.
¡Pero al fin era domingo! El primer domingo de otros tres en que se podría levantar tarde.
En la oscuridad palpó el lado derecho del colchón, su mujer continuaba acostada. Eran las siete de la mañana, la hora de la oficina. Ildefonso abrió un momento los ojos feliz por no tener que levantarse; llevaba todo el año esperando ese primer domingo.
- Jódete, cabrón - lo pronunció en un murmuro, como un suspiro del alma.
Ildefonso se volvió a dormir sonriendo al pensar en su jefe; al pensar en ese maldito cerdo sudado entre montones de papeles.
Ding, ding, ding
¿Qué coño era eso? ¿Un maldito despertador? ¿Qué clase de capullo ponía un puto despertador en vacaciones?
De nuevo abrió los ojos. Ding, ding, ding. Venía de fuera del bloque. Aún dormido Ildefonso abrió la ventana; aunque tardó un par de minutos, todavía no dominaba el mecanismo. Tras su bloque se erguía una ermita, de las pequeñas. De las que hacen la misa fuera por falta de espacio.
El metal seguía aullando en su llamada a misa. Furioso se preguntó cómo cojones podía hacer tanto ruido una campana de un palmo. Se vistió refunfuñando y se fue a desayunar.
Se sentía furioso, le habían fastidiado el primer domingo de vacaciones pero no permitiría que la semana siguiente pasara lo mismo. El lunes le oirían en el ayuntamiento. Tomó el café de pie, costumbre de la oficina. Según la nota de la nevera su mujer, Amparo, había ido a la clase de Pilates. "Bueno, como mínimo es gratis" se dijo.
Debajo de la nota agregó: comprar leche y café. Irían el lunes a mediodía, después de poner la reclamación en el ayuntamiento. Hacía un par de semanas que habían abierto un supermercado y, según se rumoreaba, las tiendecitas heredadas de padres a hijos ya notaban la competencia. Bien, que se jodan los paletos, pensó Ildefonso.
Al domingo siguiente Ildefonso, durmió hasta tarde con una sonrisa, la campana estaba muda.



Epílogo

A los dos años Ildefonso había mal vendido el piso incapaz de pagarlo y estaba deseoso de encontrar un nuevo cabrón; recorte de presupuesto en la empresa, le dijeron. En ese tiempo el pueblo se había transformado, era algo frío e impersonal con montañas de cemento vacías en lugar de paisaje verde.
La mitad de los establecimientos familiares habían desaparecido, los jóvenes se marchaban a las ciudades y el ayuntamiento no recogía dinero.
Lo único que no cambió fue la campanilla, muda a las nueve.

domingo, 24 de agosto de 2008

España, tierra de cojones grandes.

Hace siglos los romanos conocían la Península Ibérica como Hispania; término que "heredaron" de los fenicios. Su significado, "tierra de conejos", reflejaba la gran cantidad de conejos que había por aquella época.
Pero con los años esta denominación ha perdido valor, señoras y señores las cosas cambian. Los conejos ya no son lo que eran y ahora podemos encontrar otra especie (con machos y hembras) más abundante que, aún no siendo oficial, podríamos denominar como "cojonus grandus".
Hace unos días me encontré un espécimen en un espectáculo cómico. Estábamos al aire libre y nos colocamos al final, no había más sillas. La función estaba en marcha, los skets se sucedían, la noche era agradable, todo iba bien.
A mitad espectáculo, dos filas por delante un niño de unos 9 años decidió ponerse de pie sobre su silla.
- Señora, por favor, dígale a su hijo que se siente -el hombre sentado detrás habló casi en un susurro.
- Mire -contestó señalando hacia donde no había sillas, dos filas atrás- allí también están levantados.
La mujer, cojonus grandus, no estaba por la labor; el hombre no volvió a chistar pero el niño se sentó.
Pasados un par de minutos la mujer se levantó, obligó a su retoño a imitarla y se quedaron el resto de la función tapando el escenario al hombre.
La raza cojonus grandus es así, no acepta sugerencias.

jueves, 1 de mayo de 2008

"EL CUERPO", PARTE III


He de aprender a relajarme, tengo el carácter demasiado fuerte, me repito una y otra vez. En lugar de matarla con mis desnudas manos debería haberla envenenado o asfixiado en una nube de gas, hubiera sido menos acusador. Ni siquiera vio venir el golpe, su antes ágil ser, cayó pesadamente. No me pudo esquivar. En un instante su corazón dejó de latir, roto en mil pedazos.

Me vuelvo a frotar los ojos de forma cansina, los remordimientos no me dejan dormir. Su sangre se ha secado entre mis callosos dedos. Es la primera vez que lo hago y no sé si podré controlarme la próxima ocasión. De verdad temo volver a hacerlo. La única esperanza para mi castigada alma es confesarle esta aventura a mi mujer, ella decidirá. El problema es decírselo ¿Cómo lo hago?

Al fin, tras horas robadas al dios Morfeo pensando cual será la mejor forma, he decidido hacerlo directamente con una simple frase: “Cariño, he matado una mosca”.

29 de diciembre de 2006

domingo, 20 de abril de 2008

"EL CUERPO", PARTE II

Aún no he terminado de preguntarme cómo llegamos a acostarnos juntos cuando ya me viene a la cabeza su delicado cuerpo junto al mío. Su forma de hacerme cosquillas que yo rechazaba, enfadado, de un manotazo. Las sensuales caricias de sus labios en mis manos, sus mimos en mi mejilla...

Esta noche, antes de terminar con ella, me esperaba, como siempre, desnuda. Su oscura piel reluciente me atraía. Al instante sentí ganas de posar mi ruda mano sobre su ondulado contorno. Ella, juguetona, se acercaba y alejaba sin cesar. Me dejaba con las ganas de conseguir mi propósito. Se aproximaba para darme esperanzas, pero luego se daba la vuelta y me miraba con lo que yo interpretaba como una media sonrisa. Reía, reía satisfecha como sólo ella sabía. Era obvio que tenía ganas de jugar, ya me entendéis...

Al cabo de unos minutos comencé a mosquearme con ese estúpido jueguecito, soy un hombre de acción. Deseaba sentirla en mis manos, dominarla, poseerla, que su vida dependiera de mí. Obviamente ese no era su propósito. La pasión me condujo al odio; la vi como un ser rastrero. Comencé a gritarle, sus movimientos no se detenían.

En un raudo vistazo a sus ojos negros descubrí, con horror, que amenazaban con plantarse ante mi mujer. Un oportuno viaje de negocios nos permitía estar solos. ¿Cómo creen que reaccionaría mi dulce y tranquila esposa si supiera que no he dormido solo? Se enfadaría, me llamaría cerdo o algo peor. Habría sido estúpido permitir que eso ocurriera. Ya saben porqué la maté; no me culpen por, al fin, hacerlo con agrado. Usted en mi lugar habría hecho lo mismo, estoy seguro. ¿O acaso no piensa que la familia es lo primero? ¡Claro que estará de acuerdo, es lo más importante!

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