domingo, 18 de octubre de 2009

Hierba!

Suena el despertador, lo apago y remoloneo un par de minutos intentando estirar la noche. Convertirla en una goma que pueda tocarse a si misma y así dormir unas horas más.
No puedo, sólo el intento ya significa el fracaso.
Me levanto, desayuno y me marcho al garage. Por el camino unas finas gotitas me empapan pero cuando parece necesario el paraguas cesan. Se detienen en el momento justo que me impide tener una excusa y regresar a casa para zambullirme en mi cama.
Cargo el material en el camión, la vieja, desgastada y en parte suelta pintura está mojada. Pienso en mi casa, en el fastidio de la hierba mojada, el barro metido en las suelas de las botas.
A continuación me pongo el mono refractaste, toda precaución es poca. Sino que se lo digan al pobre Gimmy postrado en una silla de ruedas.
Ya estoy en la redonda, los coches silban a nuestro alrededor. Miro a los conductores frotarse los ojos y pienso en el milagro que supone que no colisionenn casi sumidos en el dulce sueño.
El sol sube y sube, la hierba cae a mis pies. Débil ante los afilados cuchillos, fuerte frente al viento. Un viento que arrastra el aroma de la hierba recién cordad.
¡Qué sensación de frescura!
Cada aspiración llena mis pulmones de vida y siento como me mezclo con el agua matutina.

Hierba, 1-10-09

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