domingo, 28 de septiembre de 2008

Una profesión en decadencia

Hace unos días, en un curso, una mujer se quedó en blanco. Se le secaron las palabras. Diccionario en mano otra completó la frase "... los periodistas".
"Sí, eso los paparazzi" comentó sonrojada.
En mi minúscula silla la visión de periodista igual a paparazzi me escandalizó y, conducido por el aburrimiento, pensé en el desliz de la señora. Le di vueltas durante las dos horas y cuarto siguientes; el cursillo era un bodrio.
Es cierto que la objetividad no existe, el periodista, como ser humano, se posiciona según su opinión o la de su jefe. Díganle prostitución o ganas de comer; el hecho es que sucede. Sólo hay que ver la misma noticia en diferentes periódicos. No la lean, fíjense en la fotografía y el titular, hablan solos.
El tiempo pasaba, tenía el culo plano pero ya no lo notaba, mis nalgas habían firmado un pacto con la madera. Creo recordar que el orador discutía, encubierto detrás un portátil, sobre la conveniencia de dar las clases de pie. Ironías de los "sabios".
Nos quedaba una hora.
Con la pierna derecha dormida y un bostezo en la garganta repasé los telediarios de la mañana. En una cadena anunciaron la vuelta de la serie de moda, en otra que podría ver el partido del sábado, en la siguiente un cuadrito a la derecha, sobre el logotipo, remarcaba la exclusiva al famosillo de moda... Todo ello aderezado con notícias en que prima el morbo y espectáculo a la información.
Luego, sin avisar, a tración y por la espalda, me llegaron los ecos de los paparazzi enarbolando SU investigación, SUS fuentes y SU título en periodismo para convencerme que la señora tenía razón.

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